“nuestro deseo de paz no deriva únicamente del intelecto: es una cuestión de creencia religiosa y uno de los fundamentos eternos de la Fe de Dios”
— ‘Abdu’l-Bahá
Uno de los aspectos distintivos de la comunidad bahá’í es su visión esperanzadora, sin embargo realista, del futuro. Lejos de verlo con temor, la visión que tenemos para la humanidad es la de una civilización espiritual y materialmente próspera. Los esfuerzos que realizamos tienden al logro de ese objetivo y nace de una comprensión de que la humanidad está alcanzando un nuevo nivel de madurez: que ahora es posible crear una sociedad basada en la cooperación, confianza e interés genuino por los demás. Con la llegada de Bahá’u’lláh, la raza humana se encuentra en el umbral de su madurez. Sin embargo, aunque la unidad mundial sea posible —más bien, inevitable— no puede lograrse sin la aceptación incondicional de la unicidad de la humanidad que es el eje en torno al cual giran todas las enseñanzas de Bahá’u’lláh.
La realidad de que la humanidad es un solo pueblo debe ser el punto de partida de un nuevo orden mundial. Todo el amplio abanico de relaciones entre las personas, organizaciones y naciones debe contemplarse bajo esta perspectiva.
La guía traída por Bahá’u’lláh no es de propiedad exclusiva de sus seguidores, sino que está abierta y dispuesta para cada persona que se identifique con sus ideales y propósitos.
La Casa Universal de Justicia, en 1985, dirigió un mensaje a los pueblos del mundo, donde exponía la perspectiva bahá’í sobre la condición del mundo y los requisitos previos para la paz universal. Acceda al texto completo en «La promesa de la paz mundial»