“Cuando el alma posee la vida del espíritu, produce buenos frutos y se convierte en un árbol divino”
— ‘Abdu’l-Bahá
Los bahá’ís creemos que el propósito de nuestras vidas es conocer a Dios y alcanzar Su presencia. De entre toda la creación, el ser humano ha sido dotado con la capacidad única de reflejar los atributos divinos que están latentes en él, tales como el amor, la bondad, la amabilidad, la generosidad y la justicia. Somos capaces de reflejar los atributos divinos en la medida en que nos esforzamos por purificar nuestros corazones y mentes a través de la oración, el estudio y la aplicación de las Sagradas Escrituras a nuestras vidas, la adquisición de conocimiento, los esfuerzos por mejorar nuestra conducta y el servicio desinteresado a los demás.
Los pensamientos y acciones del ser humano están moldeados por dos naturalezas que coexisten en él: la espiritual y la material. La naturaleza material es fruto de su evolución física y, aunque es indispensable para la existencia en este mundo, a menos que sea acompañada por el desarrollo de la naturaleza espiritual, su resultado será la injusticia, la crueldad y el egoísmo. La naturaleza espiritual del hombre se caracteriza por cualidades como el amor, la bondad, la amabilidad, la generosidad y la justicia.
A medida que los seres humanos nos esforzamos por mejorar nuestras vidas personales a la vez que contribuimos en el servicio a otras personas, la vida adquiere sentido y el avance en todos los aspectos de la vida es posible y palpable.
Los Escritos Bahá’ís nos enseñan que todos tenemos la capacidad de reconocer el amor de Dios y de reflejarlo.